miércoles, 9 de junio de 2010

VOLVIENDO A CASA


Fue una noche cualquiera, allá por 1992-1993, no sabría precisar más, había vuelto a casa de mis padres después de una tortuosa relación que duró cinco largos años.


No estaba pasando por mi mejor momento, eso es seguro, mis padres intentaban hacerme la estancia lo más agradable posible, mi madre me sobreprotegía, circunstancia que me desagradaba profundamente, no por ser desagradecido, más bien por recordarme la situación emocional en la que me encontraba.


Mi hermana y su marido me invitaron a un viaje de unos pocos días por el sur de Francia, me sirvió para sosegarme y para conocer maravillosas ciudades, pueblos y coloridos paisajes.


Tras esos días comencé a salir unas veces con mis amigos y otras con mi hermano y los suyos, fue esa noche a la que antes me refería cuando nos sucedió algo inesperado.


Habíamos estado bailando y bebiendo hasta altas horas de la madrugada y volvíamos a casa, los demás ya se habían marchado, sólo quedábamos mi hermano y yo, nuestra forma de andar cansina y titubeante denotaba que nuestras condiciones eran de cierta embriaguez, volvíamos por una avenida con bulevares ajardinados (Blasco Ibáñez), estaba oscuro, no había un alma, nosotros seguíamos nuestra marcha charrando y diciendo chorradas a cual de ellas más absurda.


Tras unos metro más y sin previo aviso, surgieron de la más absoluta oscuridad producida por la noche y las copas de los árboles, dos individuos de aspecto más que sospechoso, con sus grandes melenas al viento y con unas intenciones tan oscuras como la propia noche, uno de ellos blandía en su mano una jeringuilla con la que nos amenazó, "dadme todo lo que tengáis u os infectaré de un picotazo". En condiciones normales supongo que nos hubiéramos cagado encima, pues la pinta de nuestros amigos era realmente lamentable, sin embargo empezamos primero a argumentar que eramos estudiantes (he de decir que mi hermano tendría 31 años y su alopecia estaba en un estado bastante avanzado y la mía era incipiente) y no teníamos un duro, mientras mi hermano saco su cartera para demostrar nuestra afirmación, de ella asomaban algún que otro billete.


Los individuos en cuestión parecían estar perdiendo la paciencia, mientras nosotros les instábamos a que buscaran otras víctimas más propicias para sus fines, uno de ellos gritó mientras acercaba la jeringuilla, ¡YA ESTÁ BIEN! ¡CUENTO HASTA TRES!, ¡UNO!..... ¡DOS! ..... Y..... , en ese momento nosotros gritamos ¡TRES!, estallamos ambos a carcajadas, un ataque de risa repentino que no podíamos controlar y que tampoco podíamos frenar. Nuestros asaltantes se miraron uno a otro perplejos, tras un momento de incerteza giraron sobre si mismos y desaparecieron por la oscuridad de donde habían salido.


Continuamos nuestro camino a casa en silencio, llegamos a casa y nos acostamos, dormimos hasta mediodía, cuando despertamos mi hermano me miró y me dijo "¿lo de anoche ha sido un sueño? o ¿ha ocurrido de verdad?, no puedo tener el mismo sueño que tu así que lo de anoche ha sido verdad.


¡UNO!.....¡DOS!....... Y ¡TRES! ...... CARCAJADAS POR DOQUIER.


4 comentarios:

  1. jejejeje!!!!! no he podido evitar imaginaros y sonreir...que cracks! un beso

    ResponderEliminar
  2. Que cabron¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡:ya tenia escrito el borrador de esa entrada....ja,ja,ja
    Lo cierto es que la has contado muy bien
    Un abrazote

    ResponderEliminar
  3. Siento haberte chafado la entrada, no tenía idea de que pensaras en publicarla.

    un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Creo que era una anecdota que merecia ser contada....y obviamente no era el unico que lo pensaba
    Un abrazote

    ResponderEliminar